«Si regalaran un diamante por cada disgusto que da la vida,
sería multimillonaria»,
pensó Victoria cuando encontró a su novio liado con su
mejor amiga el día antes de su boda. Y tenía razón, porque a pesar de sus gafas
Prada, de sus bolsos Chanel, de sus zapatos Gucci y de todos los Carolina
Herrera del mundo que cuelgan en su armario, Victoria sólo es una mujer
amargada que vive en la mejor zona de Madrid.
En medio de este caos emocional, su empresa le da un
ultimátum: si en dos meses no consigue convencer a un conde escocés de que ceda
su castillo para rodar un anuncio de una marca de relojes, la pondrán de
patitas en la calle y perderá su fantástico estilo de vida.
Con un fracaso amoroso a cuestas y una difícil misión
empresarial, Victoria se encamina a las Highlands en busca del conde McKenna,
pero allí, aparte de lluvia, paletos y vacas, la única pista que encontrará del
invisible aristócrata será la de su mano derecha, Niall, quien tiene un plan
muy bien trazado para tratar a la española gruñona.
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